Quedó en sillas de ruedas por salvar a su mujer embarazada, pero pudo ser papá

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Esteban Gómez, de 27 años, festejó ayer su primer Día del Padre junto a Uriel, que nació hace dos semanas y media. El bebé y Sabrina, su mujer, son la familia que él siempre deseó. Pero no es una felicidad completa: casi le costó la vida. En realidad, hace seis meses no dudó en interponerse entre la madre de su hijo esperado y dos delincuentes que le apuntaron a ella durante un asalto en un colectivo, en La Matanza. Él recibió en el cuello el tiro que iba dirigido a su mujer. El proyectil le destrozó varias vértebras. Desde entonces, está en una silla de ruedas y trabaja muy duro para conseguir volver a mover las piernas.
La crónica del diario La Nación da cuenta de que Gómez es el ejemplo vivo de las consecuencias del delito.
El sábado 10 de diciembre fue intenso para Esteban y Sabrina. Habían terminado una larga jornada en la iglesia evangélica donde colaboran y volvían a su casa, en Rafael Castillo, La Matanza. Ella, de 25 años, ya dejaba ver su incipiente panza de tres meses de embarazo.
A las 21.30, la pareja se subió al «trucho» de González Catán. Charlaban de lo que pasaría esa semana: Esteban se preparaba para empezar un nuevo trabajo; estaba ansioso y se lo hacía saber a su mujer. Alrededor de ellos, en el mismo colectivo, había chicos y mujeres que también habían salido de la iglesia, contó Esteban.
Cuando faltaban 10 cuadras para que la pareja llegara a su casa, «dos flacos», como los recuerda Gómez, subieron al colectivo. Abonaron sus boletos y se sentaron en el fondo. Parecía todo normal hasta que uno de ellos se acercó al chofer y le apuntó: era un asalto.
El delincuente fue por más. Se dio vuelta y puso en la mira de su arma a Sabrina, que iba sentada en la segunda hilera de asientos. «Me volví loco», dice Esteban, que recuerda ese momento como si hubiese sido ayer. Sin dudarlo un segundo, se tiró encima del ladrón. «Sentí que me gatilló tres veces en el estómago», dice confundido, pero su cuerpo no tenía rastros. Continuó forcejeando con el asaltante hasta que escuchó el estampido. Sabrina, más tarde, le confirmó que el otro delincuente le había tirado a sangre fría desde atrás; el proyectil lo había alcanzado del lado izquierdo del cuello.