La mano de Dios estuvo en Termas San José

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Una tragedia sin precedentes pudo haber ocurrido el pasado domingo en Termas San José, luego de que un cable de electricidad que alimenta los reflectores interiores de la pileta cubierta entrara en cortocircuito, electrificando la pared de chapa y generando el pánico de la gran cantidad de bañistas que se encontraban en el lugar.

Afortunadamente no ocurrió nada. Pero solo por influencia de la buena fortuna y no de la previsión, ya que resulta casi increíble la manera en que los cables de electricidad fueron pasados enredados entre los parantes de la estructura de hierro y chapas húmedas -que protegen los inmensos piletones de agua-, sin ningún tipo de entubamiento aislante, transformando al galpón en una tremenda potencial trampa eléctrica.

De allí surgen las preguntas de siempre: Podrían funcionar en estas condiciones? Quien habilitó semejante instalación eléctrica que no solo peca de precaria, sino de peligrosa y potencialmente mortal?

Alrededor de las 18 del domingo, horario en que el sol comenzaba a caer y que la gente se protegía del incipiente frío en el interior del complejo de termas de San José, se produjo un cortocircuito en uno de los cables que alimentan a los inmensos reflectores de las piletas cubiertas, generándose un gran y ruidoso chisperío que obligó a los propietarios a cortar el suministro eléctrico, pero que sin embargo dejaron habilitadas las piletas hasta que literalmente no se veía más nada. A oscuras, la terma, siguió funcionando.

En el momento en que se produjo el cortocircuito, una familia con una beba discapacitada se encontraba en uno de los bancos de madera precisamente debajo de los cables colgantes que comenzaron a efectuar grandes chispazos y descargas al entrar en contacto con el metal de las chapas, electrificando toda la pared que afortunadamente nadie estaba tacando en ese preciso momento. La gente salió de las piletas de agua de manera masiva y con pánico, debido a la perplejidad de lo que estaba viendo y la temible eventualidad de que el cable se corte del todo y caiga sobre el piso o el agua, electrocutando, provocando un peligro masivo, imprudente e innecesario.

Esos cables pasaban envueltos entre los hierros de la estructura sin ningún tipo de aislante industrial, o de los más mínimos y sencillos pasacables de plástico o goma que los protejan, por lo que al derretirse la cobertura del propio cable, probablemente por el calor, el consumo o el deterioro normal, se electrificó la estructura y la pared de chapa sin más.

Todos los demás cables que no entraron en corto estaban en las mismas condiciones, para cada uno de los reflectores interiores que iluminan las piletas cubiertas, por lo que de no tomarse las medidas necesarias, la situación podría volver a repetirse en cualquier momento.

Esta vez; por acción de la fortuna, o de una fuerza sobrenatural, o de lo que fuere, no sucedió nada, pero una negligencia pudo convertirse en una tragedia atroz. Ojalá sirva para profesionalizar el servicio turístico y para que los propietarios efectúen las inversiones necesarias para proteger al visitante, porque una sola vida humana no vale cualquier “ahorro” que se pueda obtener por dejar las cosas así nomás, a la buena de Dios, que este domingo afortunadamente estaba presente en la pileta cubierta de Termas San José.

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