Bailar para combatir las fobias

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Las fobias, producto de la ansiedad con la que vivimos, son el resultado de dejarnos atrapar por las agendas y las presiones, abandonando algo muy beneficioso para todas las personas: el desarrollo de capacidades, pues estas son las que nos ayudan a responder en situaciones de estrés. Para eso también la danza es una gran herramienta, generando una segunda capa de beneficios a la hora de dejar atrás los miedos.

La danza es muy eficaz para enfrentar cualquier tipo de miedo, pues ayuda a relajarse y también a desinhibirse. Cuando uno baila, actúa o canta logra vivir ratos de transformaciones, uno juega a ser otra persona y así sacar la vergüenza, miedo o fobia del protagonismo cotidiano. Muchas veces bailando la persona se permite ir más allá de lo que haría solo charlando o asistiendo a una terapia.

Bailar es un excelente ejercicio cardiovascular, que aumenta la capacidad pulmonar, la flexibilidad, la resistencia, da firmeza a los músculos, ayuda y educa a la postura y trabaja el equilibrio.

Tal como afirmara Jacqueline Robinson en su libro “El niño y la danza”, bailar supone también beneficios en cuanto a lo psicológico, lo socio-afectivo y lo creativo. Al bailar se favorece el desarrollo de facultades cognitivas tales como la observación, el análisis, la asociación, la disociación, la coordinación, la previsión, la síntesis, la conceptualización, la memorización, la concentración, entre otras, y se puede ver incrementados ciertos factores afectivos cuando se trabaja con la intención de despertar la confianza del sujeto, suscitando su inventiva y su creatividad.

La danza proporciona placer, disfrute, diversión; nos enfrenta a desafíos, nos ayuda a desinhibirnos, agudiza nuestro autoconocimiento y nos brinda la posibilidad de adquirir seguridad y mejorar nuestra autoestima. Nos ofrece la oportunidad de ser autores de un hecho artístico y desarrollar la observación, la sensibilidad, la creatividad y la comunicación.

El bailar nos da la oportunidad de relacionarnos con otros, de hablar un mismo lenguaje sin conocernos, uniéndonos en algo común. El trabajo grupal favorece el respeto, la escucha, la aceptación, la interacción y la colaboración.
La danza es una fuente inagotable de descubrimiento y de desarrollo de valores tales que, no sólo se ponen en juego durante esta práctica, sino que pueden ser “exportados”, trasladados a otros ámbitos de la vida. Con la danza podemos fortalecernos y dejar atrás los miedos que nos corroen.