La dura historia de vida detrás del peón que devolvió el dinero de una colecta

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«Me salió del alma devolverla. Esa plata no era mía. La gente había hecho un gran esfuerzo para ayudarme. Algún día otro podía necesitarla», dice. Hace dos semanas, su nombre -Atilio «Perico» Lipiante- estuvo en boca de muchos. El gesto de este humilde peón rural de Maquinchao, en la provincia de Río Negro, de devolver gran parte del dinero que la comunidad había reunido para ayudarlo, fue tan conmovedor como ejemplificador.

Es la esencia de «una gran persona», como lo califican quienes lo conocen. De alguien que a lo largo de su vida padeció muchas privaciones y que se muestra agradecido con quienes le tendieron la mano para ayudarlo.

Su vida no ha sido fácil. Cuenta que su «papá tomaba mucho» y su mamá se enfermó cuando él y sus cinco hermanos eran muy chicos. La situación llevó a la familia a tener que separarse. «Somos seis hermanos y mi mamá no nos pudo criar. Mis hermanas se fueron a una guardería a Bariloche y los varones nos quedamos en Maquinchao. Pasé una vida muy mala, hasta que me hice grande. Cuando era muchachito trabajaba, pero me pagaban muy poco, casi no me alcanzaba para vivir. A los 17 o 18 años cambié de lugar de trabajo y ahí empecé a salir adelante», afirma Perico con lágrimas en sus ojos.

Nació hace 48 años en un campo del paraje Yamaniyeu y empezó a trabajar a los 9 años. No pudo ir a la escuela: «Había que trabajar. No nos quedaba otra». Desde entonces se desempeña como peón de campo, una tarea que describe así: «No es fácil, pero si no tenés otro oficio. . . »

Siempre desempeñó tareas en el campo. Vivió épocas buenas y otras no tanto, pero nunca bajó los brazos ni perdió de vista el objetivo de tratar de ser una persona de bien. Formó una familia a la que, por cuestiones de trabajo, ve cada quince o veinte días. Su esposa tampoco tuvo la oportunidad de escolarizarse y su única hija Leonor, de la que se siente muy orgulloso, tuvo que alojarse desde los 6 años en residencias estudiantiles. Hace pocos días pasó a quinto año del CEM 57. «Quiero que pueda estudiar. Que pueda tener la oportunidad que no tuve yo. Voy a hacer lo posible» dice y vuelve a emocionarse, señala la crónica del diario Río Negro.

Perico no tiene grandes ambiciones. Afirma que con lo que cobra como peón de campo «vive bien, con lo justo. Tengo todo. . . mi familia bien, una hija que estudia. Acá en el campo no me falta nada, vivo bien». Y ya piensa en lo que hará cuando se jubile. «Me quedan 8 años y ya le dije al patrón que cuando me jubile me voy. Me gustaría conseguir un trabajo de cocinero en alguna comparsa de esquila del sur y conocer la Patagonia».