Changarín salvó a cuatro niños: «Les ví la carita y me até la soga a la cintura»

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Un hombre colgado con una soga desde un puente salvó a la familia en peligro a pocos kilómetros al norte de Famaillá, ciudad ubicada a 35 kilómetros al sur de la capital tucumana. Quien se convirtió en héroe es Miguel Ángel, el changarín de 32 años.

La historia
Miguel con el short del Santo y los pies bajo el agua: «Siempre que puedo ayudo a la gente, pero esto es lo más grande que me pasó».

El lunes cumple cinco años Tadeo, uno de los cinco hijos de Miguel Ángel Giménez. Con una pausa en sus trabajos de changarín, Miguel Ángel se puso la camiseta de San Martín de Tucumán, llamó a un auto particular y junto a su señora viajaron hasta el centro de Famaillá a comprar el cotillón para la fiestita de Tadeo. En eso andaba Miguel Ángel hasta que llegaron al puente: «Una señora se nos viene contra el auto, corría para todos lados, iba y venía, y gritaba: ‘¡Mi tío! ¡Mi hermana! ¡Mi esposo! ¡Los chicos! ¡Están los chicos!'».

Miguel Ángel, de 32 años que pasaba por ahí, se bajó del auto, se metió entre la multitud y vio las imágenes que hoy, que ahora, le pasan por la mente una y otra vez: «Me acerco al puente, miro para abajo y veo la crecida del río Colorado. Era muy fuerte y en el medio del río había quedado toda una familia que estaba pescando. No tuvieron tiempo de salir. El río venía arrastrando troncos y se agarraron de uno: había personas grandes y estaban los chiquitos, dos nenitos y dos bebitos. El tronco fue subiendo con la crecida del agua y quedaron atrapados bajo el hueco del puente. Algo había que hacer, dijo al sitio El Tucumano.

El río Colorado no paraba de crecer y los gritos de auxilio se perdían entre los de los vecinos que habían estacionado sus autos. «¡Sogas! ¡Juntemos pedazos sogas de los autos! ¡Hagamos una soga y aténmela! ¡Yo soy el más flaco, yo me tiro!», les ordenó Miguel Ángel a todos. «El problema es que la soga seguía siendo cortita y como eran de distintos autos, el nudo que me ataba no era muy seguro, hasta que le vi la cara al angelito de dos meses», relata el héroe de esta historia.

«Me emociono cuando hablo porque no sabía que había chiquitos tan chiquitos. Cuando los ví, pensé en mis hijos, les ví la carita. Me bajaron al río y empecé a alzarlos en mis brazos: los dos primeros eran pesaditos. Estaban muy asustados porque el agua no paraba de golpearnos. El río nos quería llevar, pero sentí que Dios estaba ahí conmigo. Yo creo en Dios, amigo. Pero nunca sentí lo que sentí cuando tenía a los chiquitos conmigo: ellos dejaban de llorar, se calmaban y entre todos me levantaban para seguir con el rescate».

Fuente: El Tucumano.