El hombre que denunció torturas y vejámenes policiales relató su padecimiento

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En la segunda jornada del juicio iniciado por vejámenes y torturas contra efectivos de la Departamental Uruguay, prestó declaración Jorge López, denunciante en la causa. El vecino detalló el calvario sufrido desde su detención y hasta su traslado a dependencias de la fuerza. También dieron su testimonio los dos policías que llegaron, en primer término, al lugar de los incidentes.

En el recinto del cuarto piso de los Tribunales de Concepción del Uruguay se llevó a cabo ayer la segunda jornada del juicio a policías acusados por vejámenes y torturas en el marco de la causa originada el 25 de mayo de 2015. En la oportunidad, tres personas declararon ante la Sala Penal de la Cámara y con la presencia de la Fiscalía, la Querella y la Defensoría. Se trató de Humberto Román Ortman y Sergio Gabriel Blanc, los dos agentes que, tras ser notificados por el Comando Radioeléctrico de un llamado -que alertaba sobre una presunta violación en un terreno baldío, por parte de varios hombres-, concurrieron, en primer término, a la calle Sarmiento entre 16 y 17 del Oeste Sur, donde, luego, se desencadenaron los incidentes denunciados por Jorge Adolfo López, de 51 años, quien, también, compareció ante los magistrados.

La palabra de López
En su testimonio, la víctima repasó los hechos ocurridos entre las 8:15 y las 8:30 del 25 de mayo de 2015, en momentos en que se hallaba en el fondo de la casa de su hermano, Aníbal Oscar López, y efectuaba trabajos en un portón chico. Fue así que la suegra de su hermano avisó que afuera había problemas con unas chicas, por lo que él y sus familiares salieron a ver qué pasaba. Fue así que observó que un policía intentaba llevar a una joven y que ésta le propinaba patadas. Esa actitud le llamó la atención, por lo que se fue hasta el fondo del inmueble para buscar un celular y filmar así la situación, que le producía indignación, por cómo la muchacha, que parecía estaba «sacada», trataba al agente del orden, quien le pidió que siguiera grabando para que quedara reflejado cómo era golpeado.

Así lo hizo y, como se «aburrió» de la misma escena, retomó las tareas en el fondo de la casa de su hermano. A los pocos minutos, sintió frenadas de vehículos y gritos, por lo que salieron y observaron a tres patrulleros y motos de la Policía. Al quedar asombrado por la magnitud del procedimiento, reanudó la filmación en la vereda y un agente le dijo que no podía grabar, pero él siguió haciéndolo y contó los móviles de la fuerza hasta que, en un momento, sintió que le echaron un gas (probablemente pimienta), que nubló su visión.

Ingresó a la vivienda y llegó hasta una mesada, donde escuchó más tiros en la calle y a su hermano, diciendo que «no era un delincuente», ante una aparente detención. Como creyó a que la Policía le había molestado el hecho de que había filmado, pensó en qué lugar podía resguardar su teléfono -como prueba de que él «no hizo nada»-, que ocultó con un repasador.

López contó que recibió golpes de puño, con itacas y patadas en la cabeza y en el pecho, al tanto que le decían que se tirara al suelo, mientras le proferían «injurias (insultos)». Lo esposaron con las manos hacia atrás y «arrastraron» hasta la caja de una camioneta para trasladarlo hasta la Jefatura. En el trayecto, dijo que le pisaron el cuello, hecho éste que le dificultó la respiración, al tiempo que le reclamaron que entregara el celular. Él dijo que no lo tenía, por lo que recibió más golpes. Cuando la unidad llegó a la Departamental, escuchó que alguien dijo: ‘¡Ojo con pegar que hay cámaras!». Así lo bajaron del móvil y llevaron hasta un pasillo angosto, donde le pegaron nuevamente. Él sintió que se ahogaba por la sangre. «Sentí que me mataban, por tanto que me hirieron», confesó. Escuchó a alguien decir que «no le pegaran más porque lo iban a matar», pero siguieron haciéndolo. Estando en tirado en el piso, vio que los abanderados y escoltas pasaban por donde él estaba.