Hace changas para dar una mejor vida a sus nietos tras crimen de la madre

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Son golpeados doblemente. Pierden a su madre, quien muere en manos del homicida, que muchas veces es su padre. En el mejor de los casos recibe una condena y va preso. En otros, se suicida. De cualquier forma, el vínculo de violencia que experimentan nunca empieza con el golpe y se profundiza con la indiferencia de las instituciones.
En lo que va del año, 11 mujeres fueron asesinadas en casos de violencia de género en la provincia de Tucumán. En más de la mitad de los casos dejaron pequeños desamparados y presos de un sistema indiferente. La recientemente aprobada Ley Brisa busca llevar contención para esos menores.

La Ley Brisa

El último cuatro de julio el Congreso de la Nación sancionó la Ley 27.452, la denominada Ley Brisa. Una reparación económica que busca por primera vez ocuparse de ellos, de los hijos, el lado B de los femicidios. La reparación, consiste en un haber jubilatorio mínimo mensual, con sus incrementos móviles, y está destinado a personas menores de 21 años o con discapacidad. Aunque el delito se haya cometido con anterioridad a la sanción de la norma, el cobro es retroactivo y comienza a regir desde el momento del procesamiento del femicida.

Cuatro niños sin madre

Cuando la furia del femicidio pasó por la casa de Roxana del Carmen Navarro, en Tucumán, dejó en orfandad a cuatro niños, la menor de apenas siete meses. El día que fue asesinada, tenía a su bebé en brazos. Estaba de espaldas y no pudo anticipar el disparo. Cayó desplomada sobre una cama, junto a su hija, publicó La Gaceta. El asesino, su pareja en ese entonces, intentó simular un suicidio. Ni los vecinos ni la fiscalía le creyeron. El fallo fue unánime y terminó condenándolo con la pena máxima por el crimen. Ricardo Esteban Moya está preso de por vida.

Volver a ser padres

Antonio (65) y María Cristina (63), son los padres de Roxana Navarro. Hoy cuidan de los cuatro niños que tienen 10, nueve, ocho y cinco años. Viven en una casa pequeña, que fueron construyendo de a poco, y que alguna vez también compartieron con su hija. Él cobra su jubilación, trabaja cuidando casas y haciendo algunas changas.

«Cuando murió Roxana, tuvimos que andar de un lado a otro buscando quien amamante a la más chiquita. Era una bebecita, así que hubo varias madres aquí en el barrio», recuerdan. «Nosotros siempre hemos estado detrás de ellos. En base a mucho sacrificio, intentamos llevar adelante esta familia», añaden.