«A la noche no duermo pensando que patea la puerta, entra y me mata»

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Su mirada denotaba cansancio, producto de la falta de sueño por el temor latente de que el agresor vuelva a irrumpir en su hogar, como lo hizo tantas veces con una impunidad que indigna. Juana Cristina Orué (30) quiso contar su historia como un último recurso para evitar una tragedia.

En la madrugada del último sábado, su ex concubino y padre de su bebé de 1 año y medio forzó a patadas la puerta de la pieza que alquila en la localidad misionera de Oberá, la golpeó y se llevó por la fuerza a la criatura.

«Era un rato después de la 1 cuando llegó muy borracho, entró a las patadas y me pegó. Me agarró de los cabellos y me sacó para afuera, me tiró en el patio, me dio piñas y patadas. Por suerte pude correr. Si no, capaz me mataba porque estaba muy descontrolado«, relató Orué.

En diálogo  explicó que, si bien logró escapar del violento, en primera instancia se quedó escondida en las inmediaciones porque estaba aterrada de lo que podría ocurrirle a su pequeño hijo, que lloraba desconsolado por todo lo sucedido.

«Mi principal miedo era el bebé, que el padre le haga algo. Entonces volví para ver dónde estaba ymi ex salió de la pieza con el bebé en un brazo y un cuchillo en la otra mano. Me dijo que corra o me iba a matar. Mi hijo lloraba desesperado y yo no sabía qué hacer. Fue horrible», describió.

Ante el riesgo de ser atacada, decidió pedir auxilio en la casa de un vecino, quien a su vez llamó a la Policía. A los pocos minutos, Adrián L. (41) fue detenido a pocas cuadras del lugar y la mujer se reencontró con su hijo.

«Él ahora está preso, pero a la noche no duermo pensando que patea la puerta, entra y me mata», lamentó.

Espiral de violencia 

La mujer y su pequeño residen en una habitación de alquiler en Villa Falk, de Oberá, escenario de varios capítulos de esta historia de violencia de género.

Contó que hace tres años inició la relación con el sujeto y se mudó desde la localidad de Guaraní, de donde es oriunda. Como suele ocurrir en este tipo de casos, al principio se llevaban bien y pensaron en formar una familia, pero el acusado recayó en su adicción al alcohol y comenzó la pesadilla.

«Toma y se descontrola. Una época iba a Alcohólicos Anónimos, pero no tuvo voluntad y volvió a tomar. Yo quise ayudarlo, pero me iba a trabajar, él quedaba con el bebé y cuando volvía estaba borracho. Y si le decía algo me pegaba. Me cansé de eso y me separé, pero ni así me dejó tranquila», aseguró.

Al respecto, citó una serie de denuncias por golpes y amenazas que derivaron en varias instancias judiciales, como exclusión de hogar y prohibición de acercamiento.

De todas formas, la violencia fue en aumento y a principios de septiembre el sujeto irrumpió por primera vez en el domicilio de la mujer y se llevó al bebé. Horas más tarde fue detenido deambulando alcoholizado con la criatura en brazos.

«Estaba caminando entre los autos con el bebé en los brazos y totalmente borracho. Pudo pasar una tragedia», aseguró.

Orué recordó que estuvo dos semanas detenido por aquel hecho y luego no volvió a molestarla, hasta el incidente del último sábado.

«Antes me pegaba, se encerraba en su local y le pagaba a un abogado para que consiga la eximición de prisión. Pero ahora tiene muchas causas y le dejan detenido. Igual, aunque ahora está preso, mi temor es que vuelva a salir y cumpla su promesa de matarme», alertó la mujer.

En tanto, recordó que la anterior pareja de su ex también lo denunció por violencia de género y por ello hace varios años que no puede ver a sus hijas más grandes.

Pedido de ayuda
Visiblemente preocupada, Orué indicó que tiene otros cinco hijos de una relación anterior y actualmente los menores residen con su progenitor en Guaraní.

Los chicos tienen 14, 11, 8 y 4 años, y la mujer sueña con tenerlos con ella, aunque reconoció que no los puede mantener sola.

«Mi primer marido también me maltrataba y aguanté muchos años. Después quise rehacer mi vida y no tuve suerte. Todos mis hijos quieren vivir conmigo, pero no tengo medios. Pedí ayuda en la Municipalidad de Guaraní y me dijeron que hay otras prioridades», indicó.

En tanto, su hijo más chico padece bajo peso, aunque hasta el momento no obtuvo ningún tipo de asistencia. Tampoco la mujer recibió contención por parte de ningún organismo, indicó.

«Yo hice un montón de denuncias por golpes y amenazas, pero nunca me ayudaron con algo como para salir adelante. Ni siquiera puedo cobrar el salario de mi hijo. Los fines de semana hago empanadas y pastelitos para mantener a mi bebé. Dicen que ayudan a las mujeres golpeadas, pero eso no es verdad. Después, cuando pasa un desastre, ya es tarde», remarcó.