Argentina: Cada vez más familias y empresas crean reservas naturales privadas

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Cuando heredaron el campo en Misiones, los hermanos Teza pensaron que tenían tres opciones: rematarlo, plantar yerba o desmontarlo para vender cedro y lapacho.

Pero esas 350 hectáreas de selva en El Soberbio no tuvieron ninguno de esos destinos. “No necesitábamos la plata y a los seis hermanos nos gustó la idea de que el campo de mi viejo sea conservado”, cuenta Diego Teza.

Los Teza armaron 10 kilómetros de senderos por la selva y a fines de 2015 lograron que el Gobierno de Misiones le reconociera oficialmente que tenían una reserva natural. A cambio de conservar el ambiente, le redujeron los impuestos.

La reserva se llama El Cantar de la Pachamama y la visitan sobre todo turistas de hoteles y lodges de El Soberbio, que tiene como principal atractivo a los Saltos del Moconá, unas cataratas que están en el límite con Brasil. Para entrar, pagan un ticket “a voluntad” que es para el guardaparques.
La de la familia Teza es una de las 88 reservas naturales privadas que se crearon en el país en los últimos diez años y que llevaron a que ya haya 291 reservas instauradas por particulares y empresas.

Entre todas, suman 876.745 hectáreas protegidas. Algo así como 43 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, según se desprende de un relevamiento hecho por la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas, que este fin de semana reunió en Misiones a 130 propietarios y miembros de ONG que trabajan en la consolidación de este tipo de espacios.

Hay decisiones filántropas, como la de los Teza o la de Douglas Tompkins, un conservacionista norteamericano millonario que murió en 2015 y que compró 150.000 hectáreas en los Esteros del Iberá, en Corrientes, para conformar una reserva que será donada al Estado y se convertirá en un nuevo parque nacional.

“Además hay más conciencia sobre el recurso natural sobre el que se desarrollan actividades productivas. Muchos propietarios quieren seguir sembrando o teniendo ganado pero de una manera sustentable, por lo que una parte de su campo lo convierten en reserva”, explica Florencia Morales, coordinadora de la red.

Eso explica que ya son 67 las reservas impulsadas por empresas. Está la de Toyota, de 21 hectáreas en Zárate; o la emblemática de Villavicencio, de 72 mil hectáreas en Mendoza, donde hacen compatible la conservación y la extracción de agua.

La azucarera Ledesma, en tanto, mantiene intangibles 91 mil hectáreas de yungas en Jujuy, una forma también de asegurarse la “producción” de agua que ocurre en esa selva y que luego riega sus ingenios.

Esta manera de hacer más amigable la producción también les permite certificar normas internacionales y agregarle valor o diferenciar sus cultivos, carne o madera.

En la reserva El Carrizal, muy cerca de Las Toninas, Federico Quiroga, cría ganado pero mantiene el pastizal. Es decir, no siembra pasturas exóticas. De esa manera, en sus 2300 hectáreas preserva las 500 especies vegetales del pastizal autóctono. Y en un futuro podrá certificar su carne como amigable con el ambiente.

También el turismo de naturaleza se volvió más exigente y valora aquellos complejos que instauran reservas dentro de sus predios. Eso ocurre con Puerto Bemberg, un predio turístico ubicado a 35 minutos de las Cataratas del Iguazú. Ahí crearon una reserva de 198 hectáreas.

“Además en los últimos años creció la cantidad de profesionales que tiene una orientación ambiental. Eso también influye en lo que está ocurriendo hoy”, afirma Morales, que estudió ciencias ambientales la Universidad de Madrid y se recibió en 2006, cuando todavía la Universidad de Buenos Aires no tenía esa especialidad.