Lavagna, otra carta de un PJ cuentapropista y buscavidas

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La crisis de 2001 no sólo destruyó la economía e instaló la pobreza endémica; también arrasó con el sistema de partidos, aniquilando primero al radicalismo y un poco más lentamente al peronismo. Prueba de esto es que las presidenciales de este año van camino de una polarización entre dos dirigentes que prescinden de ambas organizaciones y formaron otras propias.

Un dato extra que confirma el ocaso de las burocracias partidarias históricas es que Macri y Cristina Kirchner son los únicos con chances de llegar a un eventual balotaje, a pesar de que tienen más imagen negativa que positiva. Ni bajo esas condiciones excepcionalmente favorables el PJ y la UCR pudieron alumbrar figuras competitivas.

Ese es el marco que explica la instalación de Roberto Lavagna como posible candidato del peronismo alternativo o federal. Lo que fue la mayor estructura política del país quedó reducida a una serie de microemprendimientos y parece condenada a mirar desde la tribuna la lucha entre el gobierno y CFK, con el agravante de que sumarse a esta última significa la rendición incondicional. Una rendición lógica por otra parte, porque ella tiene más del 30% de los votos y los candidatos del PJ (Massa, Urtubey, Pichetto) a duras penas arañan el 10%.

Tanta debilidad no convierte, sin embargo, en inevitable la claudicación, porque los «alternativos» disponen de una carta para jugar, la «gran Massa», esto es, la división del voto populista que hizo perder a la ex presidenta las últimas tres elecciones: 2013, 2015 y 2017.

La división jugó y juega a favor de Macri. Eso explica que, a pesar de que devaluó y terminó su tercer año de mandato con una inflación de casi el 50%, sigue siendo el candidato con más chances en octubre.

Este contexto fortalece a la dirigencia peronista que controla el aparato (o lo que queda de él) y trata de sobrevivir con operaciones aisladas, muchas veces inexplicables. Su actual objetivo consiste en presionar hasta último momento con malabarismos sorprendentes.

Ante el «operativo clamor» de Lavagna, el oficialismo, como era lógico, guardó silencio. La que salió a responder fue la principal afectada, Cristina Kirchner. Lo hizo a través del diputados Andrés Larroque que ante un periodista del palo fue contundente.

El legislador camporista dijo, primero, que Lavagna representa los intereses de Techint, grupo que intentó deslizarse en 2015 dentro del gabinete de Macri a través de un importante dirigente radical y fracasó. En segundo lugar, que el ex ministro tiene un «leve anclaje electoral»; en otras palabras, que no mueve la aguja, ni los preocupa. Y, en tercer lugar, que el festival de candidaturas de peronistas y adscriptos (Tinelli, por ejemplo) obedece a que «ningún dirigente tiene volumen para ordenar» el partido y menos para competir con Cristina. Imposible no darle la razón.

Para que no quedaran dudas sobre el sentido de sus palabras Larroque instó a sus ex compañeros del campo nacional y popular a «dejarse de joder (sic) y hacer propuestas concretas», lo que en peronismo básico quiere decir: reconozcan el liderazgo de CFK y acepten su conducción. O que Massa termine con las «playlists» de Spotify y se someta a la autoridad de la señora.

Mientras esto último no ocurra no habrá una oposición unificada, pero siguen sin verse las razones por las cuales un Schiaretti, un Urtubey o un Pichetto se someterían a Cristina Kirchner. ¿Para legitimarla? ¿Para darle el poder presidencial que es omnímodo?.

¿Por qué, por ejemplo, Massa sería candidato a gobernador bonaerense en una lista con CFK como candidata a la presidencia, según propuso Pablo Moyano? ¿Para recorrer el calvario de Daniel Scioli con ella en la Casa Rosada? Massa fue pieza clave en la derrota electoral que impidió la «rerre» de la ex presidenta y que abrió la puerta a la investigación judicial que la tiene a un paso de la cárcel.

En síntesis, el panorama parece poco favorable a la unificación opositora y es uno de los pocos consuelos que le quedan a Mauricio Macri en la etapa más desgastante del ajuste. La situación del dólar está controlada, la inflación en descenso marcado, pero todavía persiste la incertidumbre. Sólo la prolongación del ciclo favorable de estabilidad y una lenta reconstrucción del sistema de precios le permitiría fortalecer su chance electoral. En ese sentido el peronismo le está dando una ayuda tan involuntaria como decisiva para salir del pozo. Y la clave de la fragmentación del PJ que lo ha reducido a un grupo de cuentapropistas sin conducción está en la pérdida de la provincia de Buenos Aires. Mientras no puedan derrotar a María Eugenia Vidal, no podrán derrotar a Macri. En conjunto o por separado.