Santaolalla y un concierto histórico en la Basílica Inmaculada

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El vínculo entre Gustavo Santaolalla y Concepción del Uruguay tuvo de todo: en el histórico templo el comienzo fue espiritual y sensible, por momentos la música trasladó a todos al mágico mundo del cine, los casi 30 instrumentos que se escucharon permitió recorrer el mundo y sin dudas el rocanrol hizo vibrar los muros de la Basílica, por primera vez en sus 160 años.

El comienzo fue en clave zen: cinco personas vestidas de blanco aclimataron el espacio jugando con sonidos a través de cuencos de agua, acompañados por una luz azul. Enseguida se abrió el telón, que dejó ver a toda la banda antes del ingreso de Santaolalla, que siguió en la línea de la meditación con “Inti Raymi”. Ya por entonces, la música dominaba el espacio y el tiempo.

A continuación llegó la seguidilla de canciones de Arco Iris: “Abre tu mente”, “¿Quién es esa chica?”, “Zamba”, “Y una flor” y “El camino”, todos ejemplos de lo innovador que fue Santaolalla al combinar elementos del rock con el folklore latinoamericano. Párrafo aparte para la impecable “Canción de cuna para un niño astronauta”, Santaolalla cerró la primera parte con un homenaje a Mercedes Sosa con “Río de las penas”.

Música en estado puro

La fortaleza de Santaolalla se potencia en comunión con su viejo ladero, Javier Casalla, que lo acompaña en violín, viola, guitarra, flauta; la segunda voz, percusión y guitarras de Barbarita Palacios y los teclados de Andrés Beeuwsaert, que también incluyó el piano de la Asociación Amigos de la Música, institución beneficiaria de lo recaudado por las 800 sillas vendidas. La banda estable se completó con Nicolás Rainone (contrabajo, bajo, etc) y Juan Manuel Ramírez (batería). Decenas de instrumentos que representaron un desafío (cumplido con creces) para que todo suene de 10.

En la segunda parte del concierto, el show fue in crescendo a medida que entró en su etapa como solista, con canciones como “Vecinos”, “A solas” y “Todo vale” más un regreso a su etapa de Arco Iris con la bellísima “Paraíso sideral”.

Luego llegaría el turno de tomar el ronroco, el instrumento que define su ADN musical, y aprovechó para dedicarle la siguiente canción -y el show en general- a un referente absoluto para él, el recientemente fallecido Jaime Torres. Hizo “De Ushuaia a La Quiaca” y alcanzó así otro de los puntos más altos de la noche.

En el tramo final desfiló por su etapa como compositor para películas y videojuegos, como “Secreto en la montaña” y “TheLast of Us”; y con dos clásicos de su carrera como “Hasta el día que vuelvas” y “Mañana campestre”.

Para los bises, Santaolalla tomó una caja y cantó la copla “No sé que tienen mis penas”, de Leda Vadallares, uno de los momentos más emotivos. Y el final definitivo fue con “Pa’ Bailar” de Bajofondo, su último proyecto de banda en el que fusiona el tango con la música contemporánea. Ya había pasado la medianoche y llevaba dos horas de un show impresionante, histórico sin dudas y donde quedó reflejado lo dicho en la previa del show: Gustavo Santaolalla es, por mérito propio, uno de los referentes más importantes de la música popular argentina y latinoamericana.

Fuente (APFDigital)