Sufrió violencia de parte de su padre y reclama llevar el apellido de la mamá

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Una adolescente de 13 años que vivió en carne propia la violencia extrema que ejerció su padre biológico contra ella, su madre y sus hermanos desde la separación del matrimonio, plantea abiertamente que no quiere llevar más el apellido de su progenitor debido al peso de esa historia. La madre emprendió reclamos en los Tribunales y el Registro Civil, pero el trámite se dilata y pide ayuda para cortar con el lazo filial que atormenta a su hija desde hace años.

“Llegué a ustedes porque necesito ayuda. No doy más, ya no se a dónde dirigirme y esta situación es muy fea para mi hija, que expresa todo el tiempo que no quiere llevar más el apellido de su padre. En 2015 me separé después de sufrir distintos hechos de violencia muy graves”, cuenta Carla P.

La mujer, de 39 años, es madre de C.J.M., adolescente de 13 años, y otros dos hijos mayores, de 21 y 18 años, que fueron fruto del matrimonio con Damián Rodrigo Ch. En 2015 ella decidió divorciarse tras haber sufrido múltiples hechos de violencia.

Las marcas de una vida
Pero el hombre no lo pudo asimilar. Este diario dio cuenta de que en represalia, en enero de 2018, Carla sufrió un atentado en la casa familiar de Lorenzini 4600. Ese ataque demencial de más de 15 balazos sobre la puerta de chapa y las ventanas de la vivienda, y otras vivencias, hoy repercuten en C.J.M., quien salvó su vida de milagro porque ese día la madre la tiró debajo de un mueble junto a sus hermanos.

“Después de ese hecho, él estuvo detenido 3 meses. Hasta el día de hoy vivo con botón de pánico por las amenazas y el peligro que representan para mí y para mi hija, que no puede andar sola, tiene miedo de salir a la calle”, dice Carla y respalda con decenas de escritos judiciales.

Entre ellos, se da cuenta de la intervención de la fiscal Mariángeles Lagar, quien el 10 de enero de 2018 ordenó rondas policiales por la casa atacada. También exhibe la tramitación del botón de pánico, las exclusiones del hogar, prohibiciones de acercamiento del agresor, perimetrales, y múltiples reclamos a su ex marido por la cuota alimentaria, que cobró a cuentagotas en seis años, en el Tribunal Colegiado de Familia Nº 3 de Rosario.

Ser libre de «el otro»
“No quiero nada material, mi hija solo pretende ser libre, llevar mi apellido y no tener referencia del padre. Cada vez que firma una prueba en la escuela pone el mío en la hoja y se genera un problema, incluso con los profesores que le explican que debe poner el que figura en su DNI”, expresa la mujer sobre los diarios trastornos que le genera a su hija identificarse con alguien que desea suprimir de su vida.

Madre e hija fueron al Registro Nacional de las Personas donde les explicaron que para cristalizar el cambio en los libros, lógicamente deben recibir el oficio con la orden del juez. Precisamente ayer se presentaron en Tribunales provinciales con un turno para expresar nuevamente el cambio de filiación.

“Me dijeron que no atendían en esa oficina, y que debo volver el 1º de noviembre. Pero ya estamos agotadas, necesitamos que alguien nos escuche, estamos peleando las dos solas con todo» suplica Carla, quien se refiere a su ex marido como “el otro”, porque dice que le hace mal hasta llamarlo por su nombre. “Nunca se acordó de la hija”, insiste.

Sin abogado particular, y con la representación del defensor civil Nº 4, Horacio Ferreyra, la madre expresa que todo esto le acarrea múltiples trastornos en su salud física y psicológica, y también secuelas graves a la nena. “Lo único que queremos es vivir tranquilas, que mi hija sea libre y se sienta segura”.

Respetar la voluntad
Si bien el tiempo juega en contra del bienestar emocional C.J.M., la ley la protege. La normativa indica que si un menor de edad expresa el deseo de modificar los datos filiatorios con el acompañamiento del progenitor a su cargo, se debe iniciar el trámite, y no necesariamente esperar a los 18 años.

También se contempla que puede instar el procedimiento con el acompañamiento del Abogado del Niño, figura que tiende a proteger sus derechos y a velar para que se escuche su voz delante de un juez. (La Capital)