Irma sonríe, mira alrededor y agradece. Varios pares de ojos se posan sobre ella, observándola con orgullo y alegría. La rodean tantos brazos que no podría contarlos, pero sabe bien cuántos son. Seguramente, alguna broma sobre la cantidad de velitas que había que poner en la torta recorrió la enorme mesa familiar. Porque 102 años no se cumplen todos los días. Y sabía que tenía que festejarlos a lo grande.

La historia de Irma Horn despierta admiración en Traslasierra, provincia de Córdoba. Los Hornillos, esa hermosa localidad que atrae a miles de turistas con sus balnearios, ríos y paisajes, la acogió durante gran parte de su vida, luego de que la eligieran para vivir junto a su marido, que superaba una enfermedad.

En ese rincón serrano, forjó una numerosa descendencia: seis hijos, 18 nietos, 36 bisnietos y una tataranieta.

Irma contó que sus abuelos alemanes tenían una fábrica de ladrillos huecos en Escobar, Buenos Aires, donde nació.

En 1947 llegó a Los Hornillos. Según recuerda, «era un pueblo muy chico, de 200 habitantes».

«Comí tantas cosas ricas, de todo. Tomo vitaminas, algo para el corazón y para la presión, pero aparte de eso nada», reveló.

La mujer aseguró que la vida «es hermosa», pero marcó que «hay que disfrutarla», porque «parece que lo único que vale en este mundo es el dinero».

«Me da muchísima pena toda la humanidad. Parece que ninguno está conforme, todo el mundo está a los tiros, y la vida es tan linda para disfrutarla. La vida es hermosa, pero hay que disfrutarla», remarcó Irma. Y allí se fue, a disfrutar la vida, mientras un coro de múltiples voces, de todas las edades, le cantaban su cumpleaños número 102.