Una cola «diezmada» espera para venerar a San Cayetano

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Cada una de las espigas de trigo que Fernanda vende en la puerta del Santuario de San Cayetano, en Liniers, cuesta 20 pesos. El año pasado, parada allí, los ofrecía a 15. Seis horas antes de que la iglesia abra las puertas a los fieles que cada 7 de agosto veneran a San Cayetano, quien bajo la fe católica suele ser objeto de agradecimiento y pedido de trabajo, la espera mide cuatro cuadras. Carmen recorre esas cuadras con sus espigas, una ofrenda frecuente: lleva vendidas cuatro en dos horas. En 2017, en ese tiempo le habían comprado unas treinta.

Sentada en una silla plegable, Norma y algunos de sus amigos encabezan la «fila rápida» y esperan la medianoche para pasar por delante de una estatuilla de San Cayetano. Quienes hacen la «fila lenta» pueden tocar una imagen del santo dentro del templo. El grupo de WhatsApp que nuclea a Norma y sus amigos se llama «Sudor y Lágrimas» y Norma, desde Monte Grande, asiste a la iglesia de Liniers el día 7 de cada mes desde hace cuarenta años. Se turnan para cuidar los primeros lugares de la fila desde el 29 de julio: algunos llegan con pastafrola, otros aportan los 15 pesos que cuesta llenar el termo con agua caliente y Carlos, parte del grupo, cocinó 300 choripanes para repartir en la fila y para cumplir una promesa a San Cayetano.

«Hay menos gente que otros años. Y es porque la gente no tiene ni siquiera plata para tomarse el colectivo y venir para acá. Hay que tener un manguito para algo de comer, calentar el agua, o pagar 5 pesos por el baño, y estamos re fundidos. Yo vengo para pedir que todo mejore, pero mientras sigan manejando todo como a una empresa, no va a pasar», reflexiona Norma.