Fiestas: un cóctel de emociones

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Familias desmembradas, conflictos familiares, duelo por los que ya no están, un balance personal negativo, problemas económicos, tristeza o soledad suelen ser los temas que circulan cerca de las Fiestas y, si bien no son temáticas exclusivas de esta época, pareciera que estas fechas las dejan en evidencia, sin filtro ni disfraces. Los sentimientos de angustia se intensifican y afloran.

“El 24 me angustia”
Las celebraciones no son tristes, la navidad no lleva implícita la angustia, pero intensifica y agrava los estados de ánimo. Las personas con determinadas características melancólicas, depresivas o ansiosas son más vulnerables a sufrir estrés emocional, ya que durante estas fechas sus síntomas se acentúan. Las situaciones de estrés negativo los empeoran.
Mientras en la televisión, en la radio o en las vidrieras de los locales pareciera que todo es amor, felicidad y éxito, hay personas que la pasan mal y observan “desde afuera” la dicha de los otros que en este momento les está siendo negada.
Más allá de la particularidad de cada malestar individual, casi todas estas personas sienten que están en falta, como si no pudieran sentirse mal para estas fechas en las cuales se supone que todo es festejo y alegría. Perciben algo similar a cierta imposición sobre cómo deberían sentirse y como deberían festejar, algo que de hecho no les está pasando. O sea que además de su propio sufrimiento, surge otro que tiene que ver con el hecho de sentirse excluido y hasta incomprendido por quienes aparentemente dictan las recetas de cómo “festejar felices”.
La vorágine del consumo, de lo que se supone que “hay que hacer” y con quienes salir a festejar marcan tendencias que muchas veces no reflejan el deseo de la sociedad en general, sino de cierto sector que impulsa el movimiento económico sobre todo en estas fechas.
Es fundamental no perderse en este frenesí de mandatos sociales y culturales que se imponen y permitirse escuchar lo que le sucede realmente, lo que desea hacer, lo que le parece importante y a qué le da prioridad.
En definitiva, usted es dueño de su vida y sus decisiones. Olvidar esto lo deja vulnerable y expuesto al deseo del otro, algo que puede elegir que no le vuelva a suceder este fin de año.

¿Balances para qué?
En esta época del año las emociones encontradas afloran y aparecen los tan odiados o valorados balances de fin de año: análisis y evaluación de lo que se ha recorrido durante los últimos 12 meses, lo logrado y lo pendiente, partiendo de aquello que se propuso como objetivo o meta a alcanzar y considerando a su vez, lo que surgió espontáneamente, así como teniendo en cuenta lo que queda como un pendiente para el año siguiente.
Si bien realizar un balance de fin de año implica un trabajo y una revisión exhaustiva, suele ser muy productivo. Hay personas que no lo registran como una necesidad o no manifiestan interés por hacerlos, sienten temor o cierta resistencia a pasar por este proceso, mientras otros los consideran valiosos.
Aquellos que no lo consideran necesario, suelen ser personas que no tienden a programar sus proyectos, no se detienen a “diseñar” o diagramar el camino que van a desarrollar, ni las acciones que desean llevar a cabo.
En cambio, las personas que aprecian lo productivo de hacer un balance, pero temen realizarlo, suelen sentir culpa por no considerarse capaces de alcanzar lo que se han propuesto y no logran ver lo que sí han hecho, probablemente por contar con un elevado nivel de autoexigencia.
Adquirir el registro de donde está posicionado en torno a sus objetivos, luego de determinada cantidad de tiempo, es lo fundamentalmente productivo de hacer un balance. Esto permite analizar no solo lo que se hizo o no en términos cuánticos, sino observar qué funcionó (en torno a las acciones implementadas) y qué se necesita mejorar o modificar.
Con esta información suele ser más efectiva la planificación de proyectos o de metas para el próximo año. De esta manera se capitaliza el tiempo y la energía invertida en los objetivos a alcanzar.

¿Cómo pasarla mejor?
Siga estos consejos para poder disfrutar de las fiestas.
– Haga lo que tenga ganas, sálgase de los mandatos y quiebre ciertos paradigmas. Párese en un lugar diferente desde su deseo y creencias.
– Adhiérase a sus propias convicciones y no a lo que el común de la gente hace, inclusive en los casos que esto lleve a romper ciertas costumbres.
– Priorice su deseo y necesidad en función del momento que está atravesando. La época de las fiestas es compleja, independientemente del contexto social y cultural complicado.
– Rodéese de gente que, aunque no sean los que siempre han estado a su lado, sea gente que lo nutra, que lo inspire, que tenga buena energía y que haga el esfuerzo cotidiano de dejar toda la mala vibra afuera.
– Comuníquese positivamente para evitar malentendidos y poder expresar correctamente lo que quiere decir.
– Identifique los disparadores del estrés: las reuniones, las relaciones familiares, los balances personales, las pérdidas.
– Corrija pensamientos fatales y no se preocupe tanto por lo que no se puede controlar.
– No pretenda simular ser feliz a toda costa. Haga lo que siente, lo que desea, respetando necesidades y sentimientos. ¡No agrande las cosas más de lo que son!
– Pida ayuda. Retomar el contacto con amigos y familiares fortalece su red de contención.
– Considere la búsqueda de ayuda profesional, si se manifiestan síntomas de angustia o ansiedad.