5 mitos sobre el VIH

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Una persona con VIH tiene síntomas y su estado es notorio con solo mirarla. Falso: No existe una manera de determinar si una persona tiene VIH con solo mirar su rostro o su cuerpo. De hecho, la mayor parte de los afectados no tienen ningún síntoma y cuando estos aparecen, generalmente existe una larga historia de infección asintomática.

Compartir espacios cerrados, usar el mismo baño o tener contacto físico provocará la transmisión del virus. No es así: El VIH no se contagia sino que se transmite. Una enfermedad contagiosa es aquella que tiene un agente infeccioso que puede vivir fuera del cuerpo humano y llegar a infectar a través del contacto con el medio ambiente (agua, aire, alimento, etc.) a otra persona. En cambio, el VIH necesita para su transmisión un contacto directo entre dos personas a través de las relaciones sexuales, la sangre o de la madre al hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia. En general, la prevención de las enfermedades contagiosas se basa en el aislamiento; mientras que en las transmisibles, como el VIH, no es necesario aislar a la persona.

No hay forma de evitar que una embarazada transmita el virus a su bebé antes o después del nacimiento. Es mentira: Una mujer infectada por VIH tiene un 40% de posibilidad de transmitírselo a su hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia. Pero si realiza un tratamiento antirretroviral se reduce el riesgo de transmisión a menos del 1%.

Por tener una única relación sexual sin protección con alguien infectado no hay riesgo de contraer el virus. Absolutamente falso: Siempre que haya penetración (oral, anal o vaginal) hay riesgo de transmisión en diversos grados pero al usar preservativo esa probabilidad nunca es mayor al 5%. El preservativo es la vía más segura para tener relaciones sexuales y evitar, además, otras enfermedades de transmisión sexual.

No se puede contraer VIH por hacerse piercings o tatuajes. Es un mito: Además de las relaciones sexuales sin preservativo, otra vía probable de infección es la sangre a través de las transfusiones, intercambios de agujas o el contacto directo. Los tatuajes o piercings realizados en establecimientos no seguros aumentan el riesgo de transmisión no sólo de VIH sino que de otras infecciones, como las hepatitis B y C.