El ciclista que pisó el Puente Colgante antes de su caída volvió a cruzarlo

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A 34 años de la caída del Puente Colgante, el ciclista sobreviviente volvió a cruzarlo. Era la tarde del lluvioso miércoles 28 de septiembre de 1983. La ciudad sufría el castigo de una gran inundación, una más de su karma. Evaristo Franco, el renacido, al igual que la mayoría de los vecinos de Alto Verde, había escapado de la amenaza del agua junto a su familia para refugiarse en los vagones de trenes de la Estación Belgrano. Aquella tarde gris y ventosa ese joven de 36 años dedicado a la pesca y a hombrear bolsas en el Puerto le dijo a su hermana: «Voy hasta el barrio para ver cómo está la casa». Tomó su bicicleta, pedaleó con rumbo Este los 200 metros que lo separaban del Puente Colgante y avanzó a pie por el gigante de hierro porque las tablas le impedían atravesarlo en bici.

El puente comenzó a crujir. Primero el estruendo de una tabla que se partía, luego un bulón que volaba por el aire y a Evaristo se le movió el piso. Temblaba el puente, temblaba el renacido. Las tablas seguían saltando una tras otra y con ellas los bulones de hierro. Comenzaban a caer los tensores que sostenían la estructura colgante. Eran latigazos estruendorosos. Los relojes marcaban las 16.25 y a Evaristo se le detuvo el tiempo. Frenó su marcha, levantó la vista y observó cómo delante suyo, el piso desaparecía, y un poco más allá caía como una ballena al agua la antena Este que lo sostenía colgado provocando una triste danza de agua marrón.

Evaristo giró con velocidad sobre la estructura en pie y una rueda de su bicicleta se trabó en una madera. Intentó quitarla aferrado al manubrio pero no pudo. Entonces comprendió que debía escapar. «Me estaba por tirar al agua», recuerda hoy, pero corrió alocado hacia la cabecera de Canal 13 mientras a sus espaldas crecía el abismo, hasta que quedó a salvo de los cables que continuaban cayendo entre chispazos, en medio del polvaderal que levantaba el fuerte viento. El renacido respiró hondo y se persignó. «No sé cómo me salvé», dijo.

La ciudad acababa de perder su símbolo. El Puente Colgante permaneció en ruinas casi una década hasta ser reconstruido. Al año siguiente de su caída quitaron del río los restos. El 7 de septiembre de 2002 el nuevo puente fue habilitado al tránsito sin actos protocolares, al igual que había ocurrido en su primera inauguración, el 8 de junio de 1928. El viejo Puente Colgante de origen francés tuvo 55 años de vida. Hoy perdura de aquella estructura erguida como un Quijote la antena Oeste, que es parte del nuevo puente. Al resto se lo llevó el agua, la desidia y el olvido en partes iguales.