Abanderado de la vida: A los 71 años terminó su primer ciclo en la primaria

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La escuela Nº 4 de Jóvenes y Adultos, Alejandro Carbó que actualmente funciona en el salón del Club S.E.y.O.M de La Paz, tuvo su acto de colación. Entre tantas historias de vida de quienes concurren; jóvenes que salieron de las adiciones, de las calles, otros que asisten para retomar el estudio que por circunstancias de la vida debieron abandonar en su infancia, se destaca el ejemplo de vida de don Domingo Julián Valdez, quien a los 71 años decidió terminar la primaria.

Sencillo, humilde y perseverante son algunas de las cualidades que Don Julián desarrolló en sus 71 años de vida y que le permitieron retomar a esa edad los estudios primarios que abandonó por tener que trabajar desde muy chico.

En ese entonces, la escuela le que quedaba a una legua de su casa en Corrientes y los tiempos no le daban porque el trabajo en el campo le ocupaba toda la jornada. Así que optó por trabajar, entendiendo que su familia necesitaba de más ingresos.

Luego, con 18 años cumplidos desempeñó el Servicio Militar.

Terminado este servicio patrio, retomó el trabajo en una estancia, ubicada en Goya, Corrientes, su primer patrón fue Duval Flores. Allí, Julián comenzó juntando los animales y a medida que iba pasando el tiempo fue aprendiendo otras labores campestres y por ello, el patrón lo puso al mando de la maquina trilladora.

Pasando los 20 años de edad, se embarcó hacia San Nicolás, ya preparado y con experiencia laboral fue contratado para trabajar en una fábrica de acero. Manejaba topadoras, cargadoras, entre otras maquinarias que necesitaban de mucha habilidad. Luego de varios años, la empresa dejó de prescindir de sus tareas y Julián debió buscar un nuevo trabajo.

Fue en el año 1977 cuando lo jubilaron. Esta jubilación le llegó anticipada ya que trabajando para la empresa TECHINT sufrió un accidente laboral; rotura de tendones y quebradura en un brazo. Allí, Julián sintió que con ese problema de salud, todo lo que aprendió en maquinarias ya le servía de muy poco.

La empresa, lo despidió argumentando que debían achicar personal. Pero Julián no se quedó con la última palabra por lo que inició juicio laboral. Los tramites y la lucha con la empresa llevó muchos años hasta que la Aseguradora de Trabajo le respondió, fue indemnizado y luego jubilado.

Se casó a los 23 años, tuvo 4 hijos, 2 varones y 2 mujeres que actualmente, estudian y trabajan en San Nicolás de Los Arroyos. Su esposa falleció a los 53 años, cuando su hija más chica tenía 8 años.

«Julián es un ejemplo para todos aquellos que no estudian»

Su primer día de clases fue inolvidable y desde ese momento no dejó de preguntar, leer, estudiar, hacer amigos y tratar de conquistar a las maestras como un niño de primer grado que lleva una flor o una manzana para regalarle, como muestra de cariño y seguramente para que le tengan paciencia, porque él sabe que su visión no es la misma de la de los 20 y retomar la escuela a esta edad le costaría mucho.

«Muchos dicen para que este viejo va a la escuela»?
Don Julián da cuenta que a veces en el colectivo escucha que alguien murmura: «para qué este viejo va a la escuela»? «Pero esto no me aquieta, no me quita las ganas. Ellos no conocen mi pasar y por eso no pueden juzgarme de porqué decidí estudiar a mi edad», remarca.

«Acá en la escuela soy feliz, encontré un espacio para mí y encima aprendo, que es lo que más me gusta. Necesito mucha ayuda de mi maestra, Teresa, con quien me llevó muy bien», acota.

«El estudio es muy necesario y te da muchas posibilidades en la vida, por eso no entiendo por qué muchos jóvenes que tienen posibilidades lo abandonan sin pensar que la educación es fundamental para desarrollarse y crecer en la vida», reflexiona Don Julián.

Y a la vez agregó; «en mi época teníamos que recorrer leguas a caballo para llegar a la escuela, sin embargo hoy se puede ir en colectivo o algunas están muy cerca de la casa; por eso, es difícil entender a los jóvenes que le disparan al estudio».
La noche de la Colación

Julián fue quien quedó a cargo de la Bandera Argentina.

Llegó a las 19 horas en punto. De traje, pelo arreglado a la gomina, zapatos lustrados, un pañuelo celeste en el bolsillo del saco y una pluma que lo ajustaba. Entró al salón y luego de saludar a sus amigos, estudiantes, a sus docentes y a quien se le cruzaba por su paso, tomó asiento y con una sonrisa constante como agradeciendo en su adentro el momento inesperado que la vida le estaba dando, disfrutó cada minuto del acto.

Más tarde, Julián recibió premios; algunos de ellos fueron por mejor asistencia. Y se escuchó que una maestra dijo: «Se lo ganó en buena ley porque nunca faltó a clases y se esforzó por estudiar y aprender».

Hoy, Julián ya puede reconocer bien el dinero, pagar sin preguntar cuánto debo darle, saber que líneas de colectivos tomar. Ya que se esforzó mucho en la matemática y la lectura.

«El año que viene pienso volver», dijo. Y agregó: «Dios me dará el tiempo que necesito para cumplir con esta parte de la vida que de chico no pude hacer. En nuestra época había que elegir entre estudiar y trabajar. En vacaciones me operaré de la vista porque quiero leer más y cuidare mi salud para empezar las clases bien entero», auguró con una sonrisa.

En la última edición del ciclo lectivo de la Escuela Nº 4 Alejandro Carbó, Julián Valdez dejó un ejemplo de vida. Llenó de emoción y dejó una lección: «nunca es tarde para volver a empezar».

La noche de graduación iba llegando a su fin. Julián se quedó hasta lo último, como queriendo que nunca acabe. Pero llegado el momento, se levantó, dejó la copa de brindis sobre la mesa, guardó sus regalos, caminó hacia la puerta de salida a paso lento, y con miles de sueños en la cabeza se despidió con una promesa: terminar la primaria.