Tarifas: una batalla que expuso la volatilidad de la política

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Lo que empezó como una jugada de Elisa Carrió para demostrar que sigue ocupándose de la clase media mientras el gobierno intenta reclutar pobres a fuerza de subsidios derivó imprevistamente en una situación de fuerte volatilidad política. Después de que la diputada pidiera en forma pública que se moderara la suba, se sumaron al pataleo radicales y peronistas.

En este punto la cuestión pasó al Congreso, donde todavía no se sabe cómo va a terminar. En el Senado está previsto debatir el miércoles un proyecto peronista para aplicar una rebaja a las facturas que produciría un considerable agujero fiscal, complicando aún más la ya de por sí compleja situación de las cuentas públicas. Ese proyecto tiene destino de veto. Parece la única vía de que la volatilidad política no incida catastróficamente sobre la volatilidad económica.

Pero el proyecto que aprobaron las distintas capillas del PJ en Diputados no es el único. La «guerra por las tarifas» se extendió con el intercambio de misiles entre distintas trincheras. Hay proyectos para quitar los cargos extra incluidos en las facturas, que pusieron belicosos a los intendentes peronistas del conurbano y hasta una iniciativa para que los jugosos subsidios que benefician a los habitantes de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires (50% del padrón nacional) queden a cargo de la ciudad y la provincia. Un ataque directo a Vidal y Rodríguez Larreta.

La única responsable de esta guerra de todos contra todos es la dirigencia. Tanto oficialista como opositora con el gobierno en el papel de espectador. El uso electoralista de una cuestión de primera importancia económica, la política energética, puso además en evidencia la inagotable capacidad para la demagogia de los políticos nativos que sólo hacen jugadas de cortísimo plazo. Algo parecido, salvando las correspondientes distancias, a invertir en Lebacs, pero en el negocio político.

En eso estaba pensando Carrió cuando criticó la suba que pagaba la clase media, mientras que el pobrerío, que es el que intenta ganarse el gobierno, seguía recibiendo subsidios. Después tuvo que salir a defender a Macri y alertar sobre maniobras golpistas, pero el genio ya había escapado de la botella y no había cómo volver a meterlo.

Los radicales, siempre tan atentos, la siguieron y fueron a la Casa Rosada a montar un «show» de modesto populismo. Los sacaron de manera poco decorosa. Les dijeron que los aumentos seguían y les dieron a cambio un pago en tres cuotas con interés (!). Para peor a los pocos días se produjo una fuerte corrida cambiaria y tuvieron que defender al gobierno por una decisión tan inconsulta como costosa: volver a pedir dólares al FMI. En resumen, esta apuesta a las Lebac de la política buscando la ganancia de corto plazo le salió pésimo a los radicales. Vendieron dólares justo antes de la devaluación.

Para aprovechar la situación el peronismo olvidó sus diferencias. Kirchneristas y «racionales» se unieron en Diputados para sacar un proyecto que le haría al fisco un agujero de 75.000 millones de pesos. Pondría además a varios de sus gobernadores en una situación difícil porque tendrían que devolver lo facturado de más desde noviembre a la fecha.

Esa precaria unidad, sin embargo, se resquebrajó en el Senado, donde predominan los «racionales». El lunes Juan Manuel Urtubey vio a Mauricio Macri y el martes cuatro senadores del PJ se negaron a firmar el dictamen del proyecto con el agujero fiscal, lo que puso en evidencia que el bloque de Miguel Pichetto es un colador. Se le escapan votos por derecha y por izquierda. Unos hacia cristina Kirchner y otros hacia proyectos de «renovación» con futuro político cierto. Finalmente consiguió el dictamen pero juntar los votos para aprobarlo en el recinto parece más difícil

El gobernador Urtubey quiere aparecer como la oposición racional para diferenciarse de los tirapiedras kirchneristas que trabajan para la reaparición del helicóptero. Estaba en silencio desde su derrota de octubre y reapareció en escena después de percibir que la reelección de Macri entró en zona de turbulencia. Curiosamente no volvió sumando, si no dividiendo.