6 mitos sobre la vacunación

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“Las vacunas son 100% efectivas”. No es cierto, ya que siempre hay un pequeño porcentaje de personas vacunadas (entre un 5 y un 15%) que, por razones individuales, no desarrollan inmunidad a pesar de la vacunación.
“Las vacunas no son necesarias. Con una buena higiene y servicios sanitarios adecuados las enfermedades pueden evitarse”. Es falso: Si bien una mejor higiene, el lavado de manos y el acceso al agua potable son medidas que contribuyen con la prevención de determinadas enfermedades infecciosas, muchas otras pueden aparecer sin importar cuan limpia sea la persona.
“Las vacunas no son útiles en adultos”. No es cierto: Muchas personas piensan que las vacunas que han recibido de niños los protegerán para toda la vida, pero la inmunidad se desvanece con el tiempo. Además, con el paso de los años las personas se vuelven más susceptibles a muchas enfermedades (como la gripe, por ejemplo). Por otro lado, hay vacunas que no existían cuando muchos adultos eran niños.
“No es necesario vacunarse ya que muchas de las enfermedades prevenibles a través de vacunas están prácticamente erradicadas”. Totalmente falso: Si bien las enfermedades prevenibles mediantes vacunas se han vuelto infrecuentes en muchos países, los agentes infecciosos que las causan aún siguen circulando en algunas partes del planeta. Por lo que existe posibilidad de que estos crucen las fronteras geográficas e infecten quienes no estén vacunados.
“Darle a un niño varias vacunas a la vez puede provocarle una sobrecarga del sistema inmunológico”. No es así: Las evidencias científicas muestran que dar varias vacunas a la vez no tiene ningún efecto adverso sobre el sistema inmunológico de los niños.
“Es mejor desarrollar inmunidad contra las infecciones enfermándose que a través de las vacunas”. Falso: Las vacunas interactúan con el sistema inmunológico para generar una respuesta inmune similar a la que produce una infección natural, pero con la diferencia de que no causan la enfermedad ni ponen a la persona en riesgo de desarrollar sus potenciales complicaciones. Enfermarse con determinadas infecciones que previenen las vacunas puede tener graves consecuencias: desde defectos congénitos producto de la rubéola, cáncer hepático causado por la hepatitis B o incluso la muerte en el caso del sarampión.